Qué problema habría si te digo
que te quiero invitar a mi vida.
A conocer los rincones de mi casa dónde siempre me quedo callada y nadie pretende entender mi silencio.
Presentarte mis fantasmas y pedirte que los asustes un poco, a vos, que los míos no te hacen nada, porque los tuyos tienen otro nombre.
Otro cuerpo.
Otra vida.
Cometelos por mí, haceme el favor.
Quiero dormir agarrada a tu mano y probar si tus dedos son capaces de derrotar al insomnio que me condena desde muchos meses antes de nacer.
Y qué problema habría si te digo que quiero romper la armadura, sacarme los complejos.
Las dudas. El miedo.
No me quiero tapar más la cara.
Me cansa la máscara y las manos de tanto sostenerla.
Es mentira que soy tan prolija.
Hago desastres.
Y no solamente en mí vida.
Me lamento.
Me arrepiento.
Pido perdón y la vuelvo a cagar.
No estoy por encima de nadie.
Estoy loca.
No es un chiste.
Pienso en cosas raras todo el tiempo.
No te quiero mentir. Igual no me sale.
Se me nota el nudo en el alma por más que lo quiera disimular.
Y qué problema habría si te pido que no me cuides.
Que me dejes libre.
Que no me digas que no a nada.
Que me robes la llave, abras la jaula
y que esté vuelo
lo hagas conmigo.
Y qué problema habría si te pido
que me empujes fuerte, si mes ves dudar.
Decime cuál sería el problema.
Solamente para saber cómo se llama
el motivo que tengo que destruir.
No estoy bien del todo.
No me preocupa tu rechazo.
Tengo valores de otro planeta.
Preguntas en otro idioma.
Respuestas que nadie conoce.
Ganas de irme a vivir a la Luna todos los días un rato. Encontrarme con vos y entonces saber que no estoy sola en este manicomio.
Te quiero invitar a mi vida.
Dejarte mudo.
Darte vuelta la cabeza.
Hacer con vos, todo lo que la vida todavía
no se animó a hacer conmigo.
Entonces decime.
Qué problema habría.
Lorena Pronsky
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