LA SINCERIDAD
—Dame un beso —dijo el sapo.
Ella frunció el ceño y torció los labios.
—Dame un beso, soy el rey de Samarcanda.
Estoy hechizado.
La muchacha dudó,
luego pulió su gesto áspero y sonrió.
Se hincó y le dio un beso que le supo a fango.
Nada oc