Se deja de querer,
y no se sabe
por qué se deja de querer.
Es como abrir la mano
y encontrarla vacía,
y no saber,
de pronto,
qué cosa se nos fue.
Se deja de querer,
y es como un río
cuya corriente fresca
ya no calma la sed;
como andar en otoño
sobre las hoja